COMENTARIO
Existen estudios en adultos que determinan que soluciones parenterales con pH menor a 5 o mayor a 9, generan dolor intenso y ardor al infundirse en venas periféricas,1 y si bien no existen investigaciones en neonatos, sigue siendo una fuerte y rotunda indicación del uso de PICC, entre otros beneficios conocidos.
La inserción de este catéter implica una colocación precisa, donde su punta debe quedar ubicada en la vena cava superior o inferior, antes del ingreso en la aurícula derecha.
Actualmente en nuestro país, los sets para colocar PICC cuentan con una cinta métrica que permite medir, desde el exterior la cantidad posible de cm a introducir del catéter, entendiendo que es la forma más acertada de constatar su ubicación central. Es el método más utilizado, donde se mide para los miembros superiores, desde el sitio de punción, pasando por la axila hasta por encima de la mamila derecha, y si el PICC se colocara desde los miembros inferiores, desde el sitio de punción hasta el apéndice xifoides. En la práctica se observan las fallas de este método que, al no ser exacto, el profesional de enfermería prefiere introducir 1 cm de más, antes de quedarse “demasiado corto” en la inserción.
Luego de colocado, se corrobora con radiografías, y en caso de no estar ubicado correctamente, se debe retirar la introducción excesiva o recolocar si quedó ubicado de forma periférica. Estos procedimientos generan estrés, dolor, riesgo infectológico y lesiones en la piel en el neonato, al pegar y despegar las fijaciones, incrementa el uso de recursos y del tiempo de los profesionales, y las complicaciones. El análisis retrospectivo del artículo busca resolver este paradigma, para lograr una inserción del PICC correcta, en la primera oportunidad.
Existen varias complicaciones al insertar un PICC, por lo que el monitoreo continuo es primordial, se de-ben adoptar estrategias basadas en la evidencia para prevenir complicaciones.2 Se sabe que la punta del catéter demasiado introducida puede generar arritmias, perforación miocárdica y taponamiento cardíaco. Al quedar de manera periférica, edema, dolor o ardor.3 Por lo tanto, predecir la correcta ubicación, puede ser un marcador en la gestión de calidad de los cuidados.
Con el objetivo de obtener una medida de profundidad de inserción correcta desde el primer intento, los autores desarrollan una ecuación, que, según el estudio, obtuvo entre un 90 y un 95 % de efectividad en los 4 vasos evaluados, dejando bien en claro que los resultados fueron medidos en una población determinada, RN coreanos. Nuevos estudios, deberían confirmar si esta ecuación es aplicable con éxito en otras poblaciones.
Con relación al uso de la ecuación es probable que los componentes resulten complicados, al incluir decimales y varias operaciones, lo cual puede dar lugar cierto margen de error durante la práctica. Debería contemplarse la confección de tablas preestablecidas y estandarizadas que permitan de manera rápida y sencilla, saber los cm a introducir según el peso y edad gestacional, sin necesidad de realizar cálculos matemáticos.
Un aspecto que debería considerarse, es que los autores muestran en algunos casos un desvío estándar de hasta 2 cm, lo cual puede tener vital importancia y riesgo en prematuros extremos, ya que puede implicar una refijación del catéter a pesar de la aplicación de la ecuación. Debería contemplarse la necesidad de estudiar la profundidad de inserción en la población de los RN más pequeños en particular.
Un aporte para tener en cuenta es el reporte de colocaciones incorrectas de catéteres en la vena cefálica. La vena cefálica es una de las venas superficiales del miembro superior. Corre a lo largo del borde lateral del antebrazo y el brazo, y desemboca en la vena axilar. Otros estudios en adultos refieren que no debería ser la vena de elección para la colocación de catéteres, por haberse reportado posibles variaciones anatómicas.4
Hay antecedentes de propuestas de ecuaciones para el cálculo de profundidad de inserción de PICC en RN. En el 2019, I-Lun Chen et al., de Taiwan,5 fueron los primeros en establecer y publicar una ecuación para calcular la profundidad de inserción de PICC, en diferentes vasos. Estos autores reportaron una disminución de la necesidad de reajustar la ubicación de catéteres, que variaron del 73 % original al 53 % después de utilizar la ecuación que proponen. En este caso utilizaron también venas de los miembros inferiores, en una población de 214 RN entre 2015 y 2016, un número notablemente menor que los estudiados por los autores del artículo que aquí se comenta.
Si bien la ecuación es clínicamente aplicable, deberían desarrollarse nuevas investigaciones que utilicen la ecuación predictora y evalúen la efectividad de esta, en relación a la tasa de refijación del PICC en el momento de la colocación o según la necesidad de rea-justar la ubicación. A pesar de haberse estudiado a RN de una sola región, el camino del desarrollo del estudio está ampliamente detallado, lo que permitiría su réplica en otros lugares en caso de querer corroborar su validez para utilizar en otros países.