Castillo Lobos LO, Contreras Vásquez LP, Hermosilla Aldea EY. Salud Colectiva. 2023;19:e4649.
Comentario: Mg. María Eugenia Giammatteo*
RESUMEN
El artículo da cuenta de una aproximación al fenómeno de duelo migratorio de las madres migrantes en Chile. Entre 2021 y 2022 se realizó un estudio cualitativo y exploratorio sustentado en el interaccionismo simbólico, en el que se realizaron entrevistas semiestructuradas a 39 madres migrantes: 18 de origen venezolano, 11 de origen peruano y 9 mujeres haitianas.
A partir del análisis de contenido temático y de la teorización, se obtuvieron tres categorías de análisis: 1) la pérdida de los vínculos y la lejanía con el origen, 2) expectativas versus realidad, y, 3) validando sobreesfuerzos. Las madres migrantes manifiestan el duelo migratorio con distintos matices según su país de origen e imprimen en cada una de sus experiencias, en mayor o menor grado, el desarraigo y la ausencia de redes de apoyo como principal detonante de la tristeza que viven día a día. Esta tristeza se acrecienta al negociar su ideal de criar personalmente a sus hijos e hijas en pro de la subsistencia material para alcanzar la ansiada vida mejor, para la cual validan el sobreesfuerzo como estrategia de superación. Estas presiones traen consigo consecuencias psíquicas y físicas que impiden la elaboración del duelo migratorio, comprometiendo su salud mental y la de sus hijos e hijas.
COMENTARIO
El ideal de maternidad ha tenido profundas transformaciones en cada momento de la historia. Sin embargo, el imaginario del mundo moderno/occidental ha tendido a universalizar en la figura de la mujer el rol de maternar. En las madres migrantes las presiones sobre ser buena madre, hacen que la maternidad sea un rol altamente regulado, donde existen innumerables expectativas normativas acerca de la buena maternidad.1 Como han abordado algunos estudios a partir del análisis de la maternidad en contextos migratorios, cuando no es posible cumplir con tales mandatos e ideales impuestos sobre el “adecuado rol materno”, los sentimientos de culpa, tristeza y angustia no se hacen esperar.2
El estudio plantea un interesante análisis de aproximación al duelo migratorio en madres migrantes. Los precursores desencadenantes del mismo son los sentimientos de tristeza, nostalgia y angustia, a partir del desarraigo y la ausencia de redes de apoyo. Al mismo tiempo, se ponen en tensión la supervivencia diaria por sobre el ideal de maternidad y las expectativas e imaginarios construidos sobre la tierra anhelada versus la realidad en la tierra de destino.
Un punto que resulta considerable señalar es el referido a las condiciones de acceso a la salud en las mujeres migrantes. Si bien el artículo desliza que la falta de acceso a servicios básicos, como la atención médica y la educación, podría exacerbar el estrés y la ansiedad asociados con la adaptación a un nuevo ambiente, lo que asimismo redundaría en el estrés parental por migración, es interesante señalar que aún en ocasiones en que se dispone de acceso a la salud o a la educación las representaciones y sentidos socioculturales que circulan al interior de las instituciones educativo-sanitarias funcionan como marcadores de normatividades y racialidades.
Es sabido que las diferentes disciplinas médico-pedagógico- científicas ancladas en los saberes expertos y profesionales participan de construcciones discursivas socioculturales atribuyendo a menudo problemas de salud mental y/o física a los hijos/as de las madres migrantes.3 En las mujeres migrantes aymaras residentes en el sur de la ciudad de Buenos Aires, usuarias del sistema de salud público, dichas representaciones y sentidos construidos sobre el cuidado materno termina al mismo tiempo invisibilizando las situaciones de explotación económica y laboral que diariamente sufren junto a sus hijos/as, lo que conlleva a responsabilizarlas no sólo por la salud de los/as mismos/as sino por las condiciones en las que se encuentran sobreviviendo en el país de destino.4
Estas situaciones también transforman las expresiones de angustia, desarraigo y nostalgia en posibles secuelas psíquicas y físicas tanto de ellas como de sus hijos, lo que involucra contemplar en la atención misma de la salud de comunidades migrantes y de diversos pueblos los procesos de estigmatización al interior de las instituciones sanitarias.5
Por otra parte, el estudio hace referencia a uno de los puntos nodales del proceso de migrar citando a Achotegui,5 quien establece la multiplicidad de cambios como característica central del duelo migratorio y en el que una de las pérdidas más profundas será la lengua; el lenguaje y los códigos que el migrante tendrá que reconfigurar en esta nueva territorialidad, tal como se señala en uno de los relatos presentados:
“… porque cuando tú vienes a un nuevo país, hay que estudiar, aprender la lengua para salir adelante es la primera cosa.” (E. H.)
Este es un punto más que central en la condición migrante. La construcción de la subjetividad, es decir el proceso mediante el cual uno se va constituyendo como sujeto a través de hábitos, costumbres, creencias y saberes, se encuentra inmersa en lógicas culturales co-construidas junto a otros en una determinada comunidad. Pero la cultura no solo comienza en el aprendizaje social, sino con la misma lengua, que es la que crea una determinada estructura mental y sensitiva en el inconsciente en los primeros años de vida.6 En el entramado cultural generacional, la lengua se origina y a su vez trasciende; por tanto, el destierro de una lengua nunca es un elemento aleatorio sino la columna vertebral para pensar no solo el duelo migratorio sino la propia constitución de la subjetividad.
Como señala el estudio, el desafío de criar hijos e hijas en un país diferente exige grandes esfuerzos psíquicos y hasta espirituales como lo demuestran algunas culturas andinas. En ese contexto, la renuncia a una lengua, la primera, la materna exige al mismo tiempo la pérdida de toda una cosmovisión y modo de estar en el mundo.7 Cómo resignificar el duelo migratorio en el ejercicio del rol materno cuando la sociedad de destino excluye la lengua, las visiones, sentires y vivires de las mujeres migrantes es un profundo interrogante que como tal resulta adherido a aquello que se plantea en su conclusión final: el dialogo intercultural.
Migrar es un complejo proceso que resignifica espacios, temporalidades, recuerdos, anhelos y sueños que se anudan a un fragmento de la vida presente, “este momento”, que es condensación de pasado y a la vez futuro incierto. Será cuestión que esa vida vivida en ese “entre-lugar” y a la vez narrada en el entrecruzamiento de esas territorialidades pueda como concluye el estudio materializarse en una estrategia de Estado desde una verdadera apertura a la interculturalidad.